Autorretrato en espejo convexo es el cuadro que vemos, pintado en 1524 por Francesco Mazzola, El Parmigianino. Es también el título del poema más conocido de John Ashbery, escrito a partir del cuadro y publicado en 1975.
Estamos leyendo y comentando el poema en el taller. Es un poema difícil (toda la poesía de Ashbery lo es) y por eso mismo estimulante. Nos atraen las capas de registros diversos que hay en el poema (citas, pasajes líricos, coloquiales, descripciones, argumentaciones por momentos muy claras, crítica de arte, cavilaciones más bien difusas). Es un collage, pero un collage muy particular. Si uno tomara muestras de fragmentos acá y allá en el poema, y las pusiera sobre la mesa, como las piezas de un reloj, difícilmente podría volver a montarlas. De todos modos, asumo, la analogía no es correcta, porque el autorretrato no evoca de ningún modo una máquina, es más bien un fluir, agua o música, como el propio Ashbery sugiere en algunas entrevistas.
Interesa la aparición de ese yo polifónico, que se presenta en el poema tras muchísimas mediaciones (la escritura procede como reflejo del cuadro que a la vez es reflejo del espejo, que refleja al Parmigianino; agreguemos a eso que el espejo es convexo, por lo que la imagen está deformada y es esa deformación lo que se intenta en parte retratar).
Interesa de ese yo que se presenta y se retrae, analiza y se pierde en digresiones, contrapuntea con el retrato original (¿pero cuál sería el original en este juego de espejos?) o se funde en frases de las que no sabemos si se refieren al Parmigianino, a Ashbery, al yo del poema o a quién (probablemente a varios de ellos a la vez).
.
En medio de estas lecturas me cuentan que se estrenó en la ciudad un documental sobre el prohombre bahiense Domingo Pronsato. Me cuentan que se trata de un documental de bronce, que Pronsato es indefectiblemente bueno y que al parecer ya de muy pequeño sabía de su ineludible destino de Pronsato, por lo que la película es una seguidilla somnífera de escenas hagiográficas.
Por suerte, en esta ciudad donde todo aspira a volverse estatua, aparece Ashbery, como el superhéroe de sus collages, con su yo múltiple y sus pequeñas y vitales anomalías permanentes, para dejarnos leer:
Encajar en un lugar es "la muerte misma",
como dijo Berg de una frase de la Novena de Mahler;
.
.
Un último fragmento:
El amor una vez
inclinó la balanza, pero ahora está en sombra, invisible,
aunque misteriosamente presente, por algún lado.
Pero nosotros sabemos que no puede intercalarse
entre dos momentos adyacentes, que sus meandros
no llevan a ninguna parte excepto a más afluentes
y que estos desembocan en una vaga
sensación de algo que no puede conocerse nunca
aun cuando parezca probable que cada uno de nosotros
sepa qué es y sea capaz de
comunicarlo al otro. Pero la mirada
que algunos llevan como señal le hace a uno querer
avanzar haciendo caso omiso de la evidente
ingenuidad del intento, sin que le importe
que no esté nadie escuchando, ya que la luz
ha quedado encendida en esos ojos de una vez para siempre
y está presente, incólume, una anomalía permanente,
silenciosa y despierta.
John Ashbery, Autorretrato en espejo convexo, Visor, Madrid, 1990
Traducción de Javier Marías.
Estamos leyendo y comentando el poema en el taller. Es un poema difícil (toda la poesía de Ashbery lo es) y por eso mismo estimulante. Nos atraen las capas de registros diversos que hay en el poema (citas, pasajes líricos, coloquiales, descripciones, argumentaciones por momentos muy claras, crítica de arte, cavilaciones más bien difusas). Es un collage, pero un collage muy particular. Si uno tomara muestras de fragmentos acá y allá en el poema, y las pusiera sobre la mesa, como las piezas de un reloj, difícilmente podría volver a montarlas. De todos modos, asumo, la analogía no es correcta, porque el autorretrato no evoca de ningún modo una máquina, es más bien un fluir, agua o música, como el propio Ashbery sugiere en algunas entrevistas.
Interesa la aparición de ese yo polifónico, que se presenta en el poema tras muchísimas mediaciones (la escritura procede como reflejo del cuadro que a la vez es reflejo del espejo, que refleja al Parmigianino; agreguemos a eso que el espejo es convexo, por lo que la imagen está deformada y es esa deformación lo que se intenta en parte retratar).
Interesa de ese yo que se presenta y se retrae, analiza y se pierde en digresiones, contrapuntea con el retrato original (¿pero cuál sería el original en este juego de espejos?) o se funde en frases de las que no sabemos si se refieren al Parmigianino, a Ashbery, al yo del poema o a quién (probablemente a varios de ellos a la vez).
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En medio de estas lecturas me cuentan que se estrenó en la ciudad un documental sobre el prohombre bahiense Domingo Pronsato. Me cuentan que se trata de un documental de bronce, que Pronsato es indefectiblemente bueno y que al parecer ya de muy pequeño sabía de su ineludible destino de Pronsato, por lo que la película es una seguidilla somnífera de escenas hagiográficas.
Por suerte, en esta ciudad donde todo aspira a volverse estatua, aparece Ashbery, como el superhéroe de sus collages, con su yo múltiple y sus pequeñas y vitales anomalías permanentes, para dejarnos leer:
Encajar en un lugar es "la muerte misma",
como dijo Berg de una frase de la Novena de Mahler;
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Un último fragmento:
El amor una vez
inclinó la balanza, pero ahora está en sombra, invisible,
aunque misteriosamente presente, por algún lado.
Pero nosotros sabemos que no puede intercalarse
entre dos momentos adyacentes, que sus meandros
no llevan a ninguna parte excepto a más afluentes
y que estos desembocan en una vaga
sensación de algo que no puede conocerse nunca
aun cuando parezca probable que cada uno de nosotros
sepa qué es y sea capaz de
comunicarlo al otro. Pero la mirada
que algunos llevan como señal le hace a uno querer
avanzar haciendo caso omiso de la evidente
ingenuidad del intento, sin que le importe
que no esté nadie escuchando, ya que la luz
ha quedado encendida en esos ojos de una vez para siempre
y está presente, incólume, una anomalía permanente,
silenciosa y despierta.
John Ashbery, Autorretrato en espejo convexo, Visor, Madrid, 1990
Traducción de Javier Marías.
13 comentarios:
Saca la mano Antonio!!!!
(diego)
Eso mismo dice Ashbery en el poema. Es más, si te fijás en un disco de Las Primas, la letra de Sacá la mano Antonio viene firmada con un misterioso J.A.
Acabo de leer un mail de esos que entran como pidiendo permiso. Decía algo así:
de: "el mismísimo marcelo díaz"
para: "el mismísimo mario ortiz",
abajo: la dirección de este blog.
Y acá me tenés descubriendo todo un mundo. Parecido a ese que siempre he mirado de reojos y que he adoptado un poco como práctica extraoficial o liturgia nocturna y de colectivos y qué se yo y.
Casi que estoy contento. Esto está muy bien. Nada más.
Grata noticia, mr Redoxón. A ver si mueve el blog, así leemos. Abrazo
Chelo, mirá que me caés bien y me gusta lo que escribís y todo, pero si no aparecés por el taller, yo personalmente te mato. Con la ilusión que tenía de un TALLER LITERARIO che ¬¬ Y ya nos dejaste tres veces en banda ¬¬
Marcelo: qué cosa este Ashbery! Y ese poema, claro, es un clásico moderno. Ashbery es un caso parecido a Aira, me da la impresión: parece que no sucede nada, cuando en verdad ocurren en su poemas un sinfín de movimientos. Y esa manera de alterar el pronombre, es fabulosa; tiene una mecánica muy particular: retira el sujeto para después volverlo a colocar, pero transformado, un no sujeto, es decir, un objeto o pieza de su mecanismo. Que lo den en el taller es un golazo: oxígeno para nuestra sintaxis. Un abrazo.
TREMENDO BLOG! Hará un par de meses conseguí el libro Autorretrato... y es deslumbrante; y ese poema "El séptimo chihuahua"?
lo leí en miniaturasdiarias de Ana Porrúa, y no me canso de leerlo, justamente de ahí vengo derivando y me encontré con esta maravilla de blog. Te felicito y saludos.
bueno se vino de elogios este blog!
Marcelo te felicito jajajaja!!
el poema en mí...fluye.
no conocía a John: un gusto.
;)
Marcelo, cómo va?…no sé si recordará a un pequeño de rulos que concurría a su taller literario, en el fondo de la librería.
Bueno, me pasé por el bló y me gusto mucho, la verdad, al principio me asustó el barroco estilo que marcha de diestra a siniestra. Pero se convierte luego en un lugar algo cálido, y no en un mero espacio frívolo de los que tanto abundan por aquí.
El poemita es un lindo quilombete. Pero te deja haciendo un ruidito en la cabeza, de esos que cuando estas pensando en nada, (o en nadar), vuelven a posarse en el umbral del cuarto, o en la mesa donde espera el próximo mate.
Te mando un abrazo grande, y te digo que cuando te vi el otro día en el teatro, (viendo la exposición del grupo de teatro de marito), te encontré igual que siempre, y eso es bueno, creo. Bueno, me retiro. Mucha suerte y muy bueno el blog.
(Sigo recordando tus cagadas a pedo respecto a lo que “escribía”, o mejor dicho, a como lo escribía. Aún cuando me pongo a garabatear algunas palabritas se me viene a la cabeza tu pelada acusadora que me dice: mmmm)
Hasta luego.
Bueno, ¿Para qué hablar? Emtre LadyFan.-, A-nònima y Santiago parecen haberse puesto de acuerdo para robarme las palabras.
Quise decir entre, no emtre.
Jorge, Jooli & A-nónima, muchas gracias, se hace lo que se puede.
Lady Fan, paciencia, ya vamos a arrancar en Normal, lo prometo, estamos tomando envión.
Mario, sí, es un poema enorme, y como en el taller le estamos entrando a las literaturas auto y/o biográficas, me pareció interesante leer este, porque es casi un tratado sobre las posibilidades de decir YO hoy, sin ingenuidad. También leímos Zona de Apollinaire, otro yo complejo, ahora vamos por trazar paralelismos y divergencias.
Santiago, obvio que me acuerdo, por eso nos saludamos en el teatro. Y no te cagaba a pedos, digamos que ponía en cuestión algunos tics que tenías, como tenemos todos, en la escritura. Me alegro que andes bien, seguro escribiendo.
Ya sé que no eran CAGADAS A PEDO, jaja.
"Olmedo yendo a buscar a Porcel, para ir al Shopping, vaya a saber dios en que andaban, y en el Shopping, a la noche, salian los Lorenzo Natali de ojos rojos, (gremlins), y el gordo Porcel del susto caía al suelo y producía un gran estruendo…” *
*En uno de tus ejercicios literarios. Que gracioso.
Un abrazo.
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