domingo, 24 de agosto de 2008

COLLAGE (PRIMERA PARTE)

Hace unos meses, el Fondo de Cultura Económica editó Mestizajes, suerte de diccionario rizomático escrito por Francois Laplantine y Alexis Nouss. Es un libro interesantísimo, altamente recomendable, por lo que les obsequio unos fragmentos de la entrada Collage, acompañados por collages de Max Ernst:
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Con el cine y, en cierta medida, la publicidad, el collage puede pretender el título de arte del siglo XX. Los tres, en diversos grados, practican el mes­tizaje formal en el hecho de que funcionan por ensambladura, pero aquí el collage encuentra su misma definición.
Tiene sus antecedentes: Arcimboldo, la caligrafía japonesa, el arte reli­gioso gótico o ruso, o incluso las tarjetas de felicitación y las postales del recodo del siglo. Pero sus verdaderas raíces simplemente se hunden en su época: porque la modernidad, desde Baudelaire, es sinónimo de impacto, de discontinuidad. Multitudes en movimiento, diarios, anuncios, las ca­lles, las estaciones, los viajes, la electricidad, la industria, un mundo cuya agitación suscita imágenes que van a chocarse, fundirse, rechazarse. Como el collage, que procede acercando y ensamblando elementos heterogé­neos, por su naturaleza o su fuente, distantes o a priori incompatibles. Lautréamont, viendo nacer la belleza del encuentro de un paraguas y una máquina de coser sobre una mesa de disección, ofrece su principio, que será ilustrado por el cubismo, el futurismo, el dadaísmo y el surrealismo, en los campos pictórico, fotográfico y literario. Así, la noción de belleza es subvertida en la medida en que nuevos parámetros la caracterizan. El arte del collage no se opone a la realidad, porque reutiliza materiales pre­existentes, en un gesto que retomará lo posmoderno, pero también crea una nueva realidad a través de la disposición y redisposición de tales ele­mentos. Es arte de la metamorfosis.
La belleza surge como una fulguración a partir de lo real —sobre el mo­delo de las Iluminaciones de Rimbaud— y no en referencia a un ideal tras­cendente cualquiera. Esta apertura a la profundidad de lo real también es una apertura a la polisemia, al collage de significaciones. Así como lo real engendra múltiples asociaciones frente al color, el collage suscita múltiples interpretaciones. Comparte con el cubismo el desorden de las categorías de la imitación y la invención, deformando la naturaleza para obtener una nueva realidad que no es reproducción sino imaginación, "un arte de con­cepción" según Apollinaire, que, a propósito de Picasso, consideraba que "uno puede pintar con lo que quiera". Obsérvese que la aparente sencillez técnica del collage le concede cierta familiaridad (¿quién no utilizó pega­mento y tijeras para adornar una carta o una libreta íntima?) que participa en ese acercamiento del arte y la vida predicado por la estética moderna.Además, esta técnica emparenta el gesto del collage con el de un artesano y se opone así a una ideología elitista del artista, a menudo condenada por la modernidad artística. Responde a la voluntad de un arte por todos y para todos y crea un efecto de real que se debe a una intrusión de éste, no a un artificio.
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El receptor es invitado también al aprendizaje de una nueva sensibilidad, precisamente la del mestizaje. El que mira un collage pictórico difícil­mente capte en una sola visión la estructura de la obra. Debe dar vueltas, saltar de un elemento o un fragmento al otro, concederles sucesivamente un sentido y moldear su juicio estético en el flujo de esas interpretaciones, así como el lector de los poemas de Apollinaire o de Cendrars descubre cada verso como una entidad distinta. Un juicio semejante será inevita­blemente precario y no definitivo, porque dependerá del predominio con­cedido a tal o cual constituyente de la obra. El collage confiesa que es un montaje y, por esa razón, ostenta la multiplicidad que lo constituye y re­corre, renunciando a un principio de unidad considerado obsoleto porque la modernidad no sabría satisfacerse con él. (...)
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Por lo tanto, el collage opera una deconstrucción del concepto de ar­monía, esencial para la estética clásica, en provecho de una belleza en de­sequilibrio o en suspenso, de una disonancia cuyo efecto podrá ser irónico, satírico u onírico. En efecto, el tratamiento de lo real no tiene la misma función según las corrientes artísticas: el collage cubista, siguiendo la lección de Cézanne, apunta a dar una perspectiva diferente a la realidad, el futurista busca reproducir el ritmo trepidante de la realidad moderna, el dadaísta expresa una rebelión contra la realidad tal como pretende admi­nistrarla la sociedad, el surrealista apunta a descubrir y explorar las nuevas dimensiones de la realidad. Así, el collage puede orientarse a la sorpresa, la seducción o el escándalo.
Así como en Rusia es un arma al servicio de la revolución —a diferen­cia del futurismo italiano, fascinado por la guerra—, el collage que practi­can los dadaístas berlineses de la posguerra, el fotomontaje o "cuadro pegado", es utilizado para denunciar con virulencia las ignominias e in­justicias de los gobiernos burgueses, para fustigar la miseria y el sufri­miento reinantes. La violencia estética del montaje de las imágenes responde a la violencia del mundo. Las obras de Raoul Hausmann, Han-nah Hóch, George Grosz, John Heartfield vehiculizan una rabia o una de­sesperación frente a las leyes del beneficio y la explotación, a la hipocresía de un sistema de valores deshonrado.
Si los surrealistas también fueron sensibles a la necesidad del compro­miso político, su collage tenía más que ver con otra inspiración. Max Ernst, dadaísta y luego surrealista, es indiscutiblemente el maestro del co­llage, al que elevó al rango de arte mayor, en el sentido de que desarrolló todas sus potencialidades estéticas, superando la realización concreta para convertirlo en el fundamento de su expresión artística en el conjunto de su obra: telas, dibujos, frotamientos y escritos. En Más allá de la pintura, él narra cómo le fue revelada la potencia del montaje un día lluvioso en una ciudad renana:

.......Me impactó la obsesión que ejercían sobre mi mirada iracunda las páginas de un catálogo ilustrado donde figuraban objetos para demostración antropoló­gica, microscópica, psicológica, mineralógica y palentológica. Allí encontraba reunidos elementos de figuración tan distantes que la absurdidad misma de ese ensamblado provocó en mí una intensificación súbita de las facultades visiona­rias y engendró una sucesión de imágenes contradictorias, imágenes dobles, tri­ples y múltiples, que se superponían unas a otras con la persistencia y la rapidez que son propias de los recuerdos amorosos y las visiones de la duermevela.1

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1 - Citado en W. Spies, Max Ernst. Les collages. Inventaire et contradictions, París, Gallimard, 1984, p.29.
Francois Laplantine & Alexis Nous, Mestizajes. De Arcimboldo a zombi, Fondo de Cultura Económica, Buenos Aires, 2007.

domingo, 17 de agosto de 2008

LO QUE PASA CUANDO NO PASA NADA

Va un fragmento de Tentativa de agotar un lugar parisino, de Georges Perec, traducido por Jorge Fondebrider y editado por Beatriz Viterbo Editora en 1992. Y como es domingo, y los domingos son días para hacer regalos, acá el libro completo, y Café Perec, de Enrique Vila Matas.
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Hay muchas cosas en la plaza Saint–Sulpice, por ejemplo: un ayuntamiento, un edificio de un organismo impositivo, una comisaría, tres cafés —uno de los cuales tiene kiosko—, un cine, una iglesia en la que trabajaron Le Vau, Gittard, Oppenord, Servandoni y Chalgrin, dedicada a un capellán de Clotaire II que fue obispo de Bourges desde 624 a 644, y cuya fiesta se celebra el 17 de enero, un editor, una empresa de pompas fúnebres, una agencia de viajes, una parada de autobuses, un sastre, un hotel, una fuente decorada con las estatuas de los cuatro grandes oradores cristianos (Bossuet, Fénelon, Fléchier y Massillon), un kiosko de diarios, una santería, un estacionamiento, un instituto de belleza y muchas otras cosas más. Un gran número de esas cosas, si no la mayoría, fue descrito, inventariado, fotografiado, contado o enumerado. Mi objetivo en las páginas que siguen ha sido más bien describir el resto: lo que generalmente no se anota, lo que no se nota, lo que no tiene importancia: lo que pasa cuando no pasa nada, salvo tiempo, gente, autos y nubes.
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I La fecha: 18 de octubre de 1974
La hora: 10.30 hs.
El lugar: Tabac Saint–Sulpice
El tiempo: Frío seco. Cielo gris. Algunos claros.

Bosquejo de un inventario de algunas de las cosas estrictamente visibles:
—Letras del abecedario, palabras: “KLM” (en el bolso de un paseante), una “P” mayúscula que significa “parking”; “Hotel Récamier”, “St–Raphaël”, “el ahorro a la deriva”, “Taxis terminal”, “Rue du Vieux–Colombier”, “Brasserie–bar”, “Parc Saint–Sulpice”.
—Símbolos convencionales: flechas bajo la “P” de los parkings, una apunta levemente hacia el suelo, la otra orientada en dirección a la rue Bonaparte (del lado Luxembourg), al menos cuatro carteles que indican contramano (el quinto se refleja contra los vidrios del café).
—Cifras: 86 (en la parte de arriba de un autobús de la línea nº 86, encima de la indicación del lugar adonde se dirige: Saint–Germain–des–Prés), 1 (chapa del nº 1 de la rue du Vieux–Colombier), 6 (en el lugar que indica que nos encontramos en el 6to. distrito de Paris).
—Slogans fugitivos: “Desde el autobús miró París”
—Tierra: pedregullo y arena.
—Piedra: el cordón de las veredas, una fuente, una iglesia, casas...
—Asfalto
—Árboles (frondosos, a menudo amarillentos)
—Un pedazo bastante grande de cielo (quizás 1/6 de mi campo visual)
—Una bandada de palomas que cae repentinamente sobre el terraplén central, entre la iglesia y la fuente
—Vehículos (su inventario queda pendiente)
—Seres humanos
—Algo así como un basset
—Un pan (baguette)
—Una lechuga (¿francesa?) que desborda parcialmente de una bolsa para las compras
Trayectorias:
El 96 va a la estación Montparnasse
El 84 va a la Porte de Champerret
El 70 va a la Place du Dr. Hayem, Casa de la Radio
El 86 va a Saint–Germain–des–Prés

Exija el Roquefort Société el verdadero en su óvalo verde
Ningún agua surge de la fuente. Las palomas se posaron sobre el borde de uno de sus pilones.
Hay bancos sobre el terraplén, bancos dobles con un respaldo único. Desde donde estoy puedo contar hasta seis. Cuatro están vacíos. Tres vagabundos con gestos clásicos (beber tinto de la botella) en el sexto.
El 63 va a la Porte de la Muette
El 86 va a Saint–Germain–des–Prés
Limpiar está bien, no ensuciar es mejor
Un autobús alemán
Una furgoneta Brinks
El 87 va al Champ–de–Mars
El 84 va a la Porte Champerret
Colores; rojo (Fiat, vestido, St–Raphael, manos únicas)
bolso azul
zapatos verdes
impermeable verde
taxi azul
2CVazul
El 70 va a la Place du Dr. Hayem, Casa de la Radio
mehari verde

El 86 va a Saint–Germain–des–Prés
Danone: Yogures y postres
Exija el Roquefort Société el verdadero en su óvalo verde
la mayoría de la gente tiene al menos una mano ocupada: llevan una cartera, una valijita, una bolsa para compras, un bastón, una correa encuyo extremo hay un perro, la mano de un chico
Un camión entrega cerveza en toneles de metal
(Kanterbraü, la cerveza de Maitre Kanter)
El 86 va a Saint–Germain–des–Prés
El 63 va a la Porte de la Muette
Un autobús “Cityrama” de dos pisos
Un camión azul de marca mercedes
Un camión oscuro Printemps Brumell
El 84 va a la Porte de Champerret
El 87 va al Champ–de–Mars
El 70 va a la Place du Dr. Hayem, Casa de la Radio
El 96 va a la estación de Montparnasse
Darty Réal
El 63 va a la Porte de la Muette
Casimir alta cocina por encargo. Transportes Charpentier.
Berth France S.A.R.L.
Le Goff tirada de cerveza

El 96 va a la estación Montparnasse
Auto–escuela
Viniendo de la rue du Vieux–Colombier, un 84 dobla en la rue Bonaparte (rumbo al Luxembourg)
Mudanzas Walon
Mudanzas Femand Carrascossa
Papas al por mayor
Una japonesa parece fotografiarme desde un ómnibus de turistas.
Un viejo con su media baguette, una señora con un paquete de masas que tiene la forma de una pequeña pirámide
El 86 va a Saint–Mandé (no dobla en la rue Bonaparte, sino que toma la rue du Vieux-Colombier)
El 63 va a la Porte de la Muette
El 87 va al Champ–de–Mars
El 70 va a la Place du Dr. Hayem, Casa de la Radio
Viniendo de la rue du Vieux–Colombier, un 84 dobla en la rue Bonaparte (rumbo al Luxembourg)
Un ómnibus de turistas, vacío, otros japoneses en otro ómnibus
El 86 va a Saint–Germain–des–Prés
Braun reproducciones de arte
Calma (¿lasitud?)
Pausa.

martes, 12 de agosto de 2008

LITERATURA Y TECNOLOGÍA

domingo, 10 de agosto de 2008

DÍA DEL NIÑO

Bueno, mientras Bruno va de acá para allá preguntando por sus regalos, yo busco la poesía completa de Leopoldo María Panero, poeta español, hijo de Leopoldo Panero (poeta oficial del franquismo), comunista, trosquista, e interno ilustre de múltiples manicomios. Lo releo cada tanto, pero me acordé hace unos días y buscando inéditos encontré, colgada en la red, El desencanto (también acá), documental de la extraña familia Panero, y por qué no, de España. No es, ya se, lo más tierno que uno puede encontrar para el día del niño, pero si pienso en infancia, pienso en Panero, por eso copio algunos poemas de Así se fundó Carnaby Street, de 1970:

EL ESTRENO EN LONDRES DE “MARY POPPINS”

Los abrigos, las bufandas. El rimmel. La salida de los teatros, la salida de los cines: Temed la muerte por frío.
CORO: “Pero temed más bien la ausencia de todo deseo
Pero temed más bien la ausencia de frío y de fuego.”

EL RAPTO DE LINDBERG

Al amanecer los niños montaron en sus triciclos, y nunca regresaron.

LA HUIDA A EGIPTO

Decidió pasar el resto de su vida dentro de un tubo de plexiglás. Para ello creyó conveniente hacerse con un burro. A eso del mediodía los dos se encontraron en el mundo del plexiglás. Los habitantes entonaron himnos de bienvenida, hosannas, aleluyas. Era, de nuevo, el Domingo de Ramos.

miércoles, 6 de agosto de 2008

DÍAS ASÍ

Leve, leve, muy leve,
un viento muy leve pasa,
y se va, siempre muy leve.
Yo no se lo que pienso,
ni trato de saberlo.

Alberto Caeiro (Fernando Pessoa)