sábado, 22 de noviembre de 2008

UNO DEL 68: LA MUSIQUILLA DE LAS POBRES ESFERAS

Ahora que ya del 2008 queda poco, y pasaron y rindieron las conmemoraciones y las ediciones especiales y los homenajes; ahora que el Mayo Francés, y Tlatelolco, y la Primavera de Praga volvieron, vendieron, y finalmente se archivaron, es un buen momento para buscar ahí, en el 68, los premios para nuestro concurso. Tengo hasta el momento tres libros en formato virtual: Canto ceremonial contra un oso hormiguero, del peruano Antonio Cisneros (premio Casa de las Américas poesía en 1968, editado en Buenos Aires por el Centro Editor de América Latina), Taberna y otros lugares, del salvadoreño Roque Dalton (editado, en rigor, en 1969, pero escrito en gran parte en 1967, y en el que se lee, sobre todo en el poema Taberna, todo el clima de debate que alimentaría a la Primavera de Praga en el 68) y La musiquilla de las pobres esferas, del chileno Enrique Lihn (editado en 1968 por la Editorial Universitaria, reeditado en 2008 por la misma editorial).
Vamos, como para empezar, con un poema de este último libro:

LA MUSIQUILLA DE LAS POBRES ESFERAS

Puede que sea cosa de ir tocando
la musiquilla de las pobres esferas.
Me cae mal esa Alquimia del Verbo,
poesía, volvamos a la tierra.
Aquí en París se vive de silencio
lo que tú dices claro es cosa muerta.
Bien si hablas por hablar "a lo divino",
mal si no pasas todas las fronteras.

¿Nunca fue la palabra un instrumento?
Digan, al fin y al cabo, lo que quieran:
en la profundidad de la ignorancia
suena una musiquilla verdadera;
sus auditores fueron en Babel
los que escaparon a la confusión de las lenguas,
gente anodina de los pisos bajos
con un poco de todo en la cabeza;
y el poeta más loco que sagrado
pero con una locura con su cuerda
capaz de darle cuerda a la alegría
capaz de darle cuerda a la tristeza.

No se dirige a nadie el corazón
pero la que habla sola es la cabeza;
no se habla de la vida desde un púlpito
ni se hace poesía en bibliotecas.

Después de todo, ¿para qué leernos?
La musiquilla de las pobres esferas
suena por donde sopla un viento amargo
que nos devuelve, poco a poco, a la tierra,
el mismo que nos puso un día en pie
pero bien al alcance de la huesa.
Y en ningún caso en lo alto del coro,
Bizancio fue: no hay vuelta.

Puede que sea cosa de ir pensando
en escuchar la musiquilla eterna.

Enrique Lihn (1929 - 1988)

2 comentarios:

Anónimo dijo...

"no se habla de la vida
desde un púlpito
ni se hace poesía en bibliotecas"

medio capo este Lihn

Anónimo dijo...

antología 68 por DG Helder

http://www.ccpe.org.ar/transatlantico/05/poetas-bajaron-del-olimpo.htm