Este es un fragmento de La política de la estética, de Jacques Rancière, que leímos y comentamos hace uno par de sábados en el taller:
La estética no es la ciencia o la filosofía del arte en general. La estética es un régimen histórico de identificación del arte nacido entre fines del siglo XVIII y comienzos del XIX. Su particularidad consiste en que identifica las obras de arte, ya no como productos específicos de técnicas definidas y de acuerdo con reglas definidas, sino como habitantes de un tipo específico de espacio común; en suma, algo que a menudo se considera como “autonomía del arte”. De acuerdo con un conocido relato -el así llamado ‘relato moderno’-, la estética es la constitución de una esfera de autonomía donde las obras de arte, aisladas en un mundo propio, sólo caben en criterios de forma, belleza o “fidelidad hacia el medio”. Según el mismo relato, esta autonomía se habría derrumbado en las últimas décadas del siglo XX, porque las formas de vida social y las técnicas de reproducción hicieron definitivamente imposible mantener la frontera entre producción artística y reproducción tecnológica, arte elevado y arte bajo, las obras de arte autónomas y las formas de cultura de la mercancía. Yo sostendría que este relato se equivoca por completo. Los términos que opone como respectivamente característicos de dos épocas han estado unidos desde el comienzo en el régimen estético del arte. Primero, la definición de una esfera estética específica que emplea este régimen no retira a la obra de arte de la política. Al contrario, vincula su índole política a esta separación. Pero, segundo, una cosa es la utonomía de la esfera estética y otra la de las obras de arte. Fue en el régimen representacional del arte donde se identificó a las obras de arte por las propiedades y las reglas de la mímesis, y se las distinguió así de otros artefactos. Una vez que el régimen cae, las obras de arte se definen meramente por su pertenencia a una esfera específica. Así, es un tipo específico de espacio lo que califica a objetos que ya no es posible distinguir por su proceso de producción. Pero ese espacio carece de límite definidos. La autonomía del arte, pues, es también su heteronomía. Tal dualidad hace a dos políticas de la estética: el arte es político, en el régimen estético del arte, en tanto sus objetos pertenecen a una esfera separada, y es político en tanto no hay ninguna diferencia específica entre sus objetos y los objetos de las esferas.
Rancière Jacques, La política de la estética, separata de Otra Parte, nº9, primavera 2006, Buenos Aires.
Recomiendo, además, una entrevista muy interesante a Rancière sobre educación que pueden encontrar en Clionauta.
Rancière Jacques, La política de la estética, separata de Otra Parte, nº9, primavera 2006, Buenos Aires.
Recomiendo, además, una entrevista muy interesante a Rancière sobre educación que pueden encontrar en Clionauta.
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