
jueves, 31 de diciembre de 2009
SE VA, SE VA, SE FUE

lunes, 21 de diciembre de 2009
OH, SORPRESA!

Sin embargo este fue un año en el que llovieron libros de regalo, libros entregados en mano o enviados por los propios autores. El último en llegar, como mensajero prenavideño fue Mudanza, de Lucas Soares (Paradiso, Buenos Aires, 2009), una serie de poemas breves e hipnóticos que arman una suerte de constelación narrativa. Leí el libro de un tirón, y lo volví a leer tras unos días, y ahora, mientras elijo qué poemas subir, vuelvo a leerlo:
una mueca desconocida
en esa foto de cumpleaños
todavía era rubio, la precoz
sensación de que ya había
que reinventarse
.......
en las caritas perfectas
y tristes
que dibujabas
en las distintas agendas
que había al lado
de los distintos teléfonos
que tuvimos
en los distintos departamentos
sonando ahora
al mismo tiempo
en las distintas habitaciones
sin que nadie los atienda
.......
un clavo para colgar
otro cuadro en la pared
todo lo que va a pasar pienso
antes de que vuelva a descolgarlo
al mudarme los clavos
siempre se me tuercen
al golpearlos por primera vez
otro cuadro
mal colgado de la infancia
.......
justo cuando empezábamos
a ser felices nos mudábamos
y lo primero que hacías
antes de desembalar los canastos
era enchufar el equipo y elegir
una canción para estrenar
el departamento
Unas semanas antes habían llegado desde Galicia:Secesión (Ed. Galaxia, Vigo, 2009) y la bellísima antología Un Ganges de palabras (Puerta del Mar, Málaga, 2003), de Chus Pato, que contiene este verso: nacer, se nace siempre en tierra extraña. y poemas así:
Tengo por lengua nativa el fascismo
la imposibilidad del fascismo para decir los nombres de lo real.
Perturbación
Origen.
(de Fascínio)
no soy princesa de Aquitania
no sé patinar
non tengo laúd
no soy Santa Gúdula
no soy Ilduara Eriz.
Nadie caza en el bosque el jabalí
nadie se adornará la frente con la gema del faisán.
En mi escritura soy astronauta en una noche de verano
(astronauta en circuito simulado)
de mi costado brotan algas
de mi escafandra un millar de gorriones.
No soy ave
ni estela que cruza el río,
etc...
(de Heloísa)
Hay más libros, más poemas. Ampliaremos en próximas ediciones.
Ah, el cuadro es La cena, de César Montangie, ubicado sobre mi sillón rojo de leer.
viernes, 18 de diciembre de 2009
EN CADA CUADRA UN COMITÉ

La foto de Matanzas, Cuba, es de Damaris Punares Alpizar.
EN CADA CUADRA UN COMITÉ
(y en cada barrio revolución)
Los jatiboniquenses haciendo revolución
con las ideas de Fidel y la conducción de
Raúl. Che: tu ejemplo permanece, tus ideales
no morirán. Lo que aquí se recauda es para
el pueblo. Volverán. Revolución es sentido
del momento histórico. Es modestia, desinterés,
altruismo, solidaridad y heroísmo. Hasta la
victoria. Bloqueo significa menos
escuelas. Ciego de Ávila: polo de
desarrollo agrícola, científico y
revolucionario. El gobierno
norteamericano ampara el
terrorismo y a Posada
Carriles. Este pueblo jamás
será sometido. Comandante
en Jefe: ordene.
Cristián Gómez Olivares
sábado, 12 de diciembre de 2009
LA FELICIDAD ES UNA PISTOLA CALIENTE
¿Cómo se lee un poema? ¿es lo mismo leer que recitar? ¿cuándo entramos en el terreno de la performance, o como se dice desde hace unos años: la perfo-poesía? ¿es lo mismo lectura, perfo-poesía, spoken word? El espectro es amplísimo, poco explorado en Argentina, o en fase de exploración. Acotemos dejando de lado a los actores, quienes (al menos en las lecturas más tradicionales) se ven en la necesidad imperiosa de "interpretar" los poemas, enfatizando lo que ya de por sí en el poema viene con énfasis y volviendo en general insoportable la escucha. Excepción brillante de Los Melli, que a fines de los 80 solían hacer unas lecturas alucinantes de, por ejemplo, Perlongher. Quedémonos con los poetas leyendo su propia poesía. Hasta donde se (y puede que sepa poco al respecto) la única persona que en el país ha encarado un abordaje crítico de la palabra puesta en voz es Ana Porrúa (el artículo linkeado es sólo uno de un trabajo más amplio).
Como el asunto me interesa, como últimamente he dado con tipos que hacen de la lectura una experiencia fascinante, volveré sobre el asunto. Hoy, para empezar, va este poema del mexicanísimo José Eugenio Sánchez, en video arriba, en texto abajo, como para aprendérselo y hacer coros en algunas partes.
la felicidad es una pistola caliente
la eta mató a estudiantes guardias choferes enfermeras ministros
el ira a señoras que iban al súper
idi amin a congresistas campesinos jardineros obreros militares jockeys
pederastas sacerdotes
augusto mató las relaciones diplomáticas
nn mató a kennedy
la cia mató a jimi hendrix al wilson jesucristo karen carpenter
janis joplin john lennon beavis & butthead
el fbi a ma baker vincent vega
tommy larrin al capone felix pappalardi
la kgb a maïakovski trotsky y bukowski
la bbc mató a lady di
y a la madre teresa de calcuta
y a 1551 pasajeros del titanic
y a 17 tribunas de la liga premier
la kraft mató a la heinz
la pepsi a la coca
la coca a los gringos
el ddt a los piojos
el lsd a los protestantes
el pvc al poliestireno
al quaeda a sí mismos
el kkk a malcom x bob marley martin luther king garrincha y otelo
jp ii mató a jp i
aburto a colosio
yolanda a selena
camelia a emilo
fuenteovejuna al comendador
el aburrimiento a syd vicius
o jota simpson no mató a nadie
la policía mató indígenas en chiapas
el manchester con gol de último minuto mató las esperanzas del bayern
la emi mató a the beatles
la us army mató a miles de agresivos ancianos y niños
de korea japón vietnam nicaragua panamá irak yugoslavia
y a 140 de un edificio en oklahoma
el video mató a la estrella de radio
el pri mató 1 972 545 kilómetros cuadrados
la pgr mató dos pájaros de un tiro
la sep mató la ortografía
william burroughs a su esposa
:la vida es un invento del dinero
josé eugenio sánchez
martes, 8 de diciembre de 2009
DÍPTICO PARA SER LEÍDO CON MÁSCARA DE LUCHADOR MEXICANO
Díptico para ser leído con máscara de luchador mexicano
I – La Era del Karaoke
Los cactus han brotado en el verano, uniformes e instantáneos. Se los ve
desde el bar Oro Preto, en el declive de una tarde bochornosa.
Se oye hablar de palmeras, y de playas donde el agua es de un celeste cristalino,
y de cardúmenes que se abren como estallidos multicolores,
se oye el hielo derretirse en vasos de cuello largo,
y motores que regulan en el semáforo de la avenida
y los primeros acordes del tema musical de Titanic.
Están en un extremo de la peatonal Drago, frente al bar Oro Preto,
están entre los cactus, bajo el cartel azul y verde que dice MOVISTAR,
delante de un mundo iluminado por celulares y sonrisas ploteadas en el vidrio.
¡DUPLICATE! ¡RECARGAME! ¡SOMOS MÁS! Pero ellos no son parte
de la campaña de MOVISTAR, tampoco lo son los cactus,
aunque una mujer le dice a otra: mirá qué lindos
los cactus que puso MOVISTAR. Pero los cactus, verdes, instantáneos,
uniformes y estampados sobre una gruesa lona vinílica, no forman parte
de la campaña publicitaria de MOVISTAR, están ahí
para simbolizar el desierto
aún presente en la ciudad, están ahí
para recordarnos que el desierto
sigue ahí, bajo el cemento. Aunque es cierto
que son lindos y que los artistas
se inclinaron por la misma tonalidad de verde que los creativos de la transnacional. Ahora,
desde una mesa en la vereda del bar Oro Preto,
asistimos al hundimiento del Titanic, que este grupo
(dos sikus, dos parlantes, una quena,
un amplificador TONOMAC, una flauta de pan)
interpreta con entusiasmo andino entre cactus de lona vinílica,
ante un cardumen multicolor de celulares
que se recargan y se duplican en la pecera telefónica.
El Titanic, en la versión electro-kolla, más que hundirse, se disuelve
en trinos de quena y siku, y he aquí a los músicos,
sobrevivientes tenaces del naufragio de un continente, en los estertores
de la era del karaoke, con sus ropajes que juzgamos típicos, aunque no sepamos
típicos de qué, de pie y agradeciendo la llovizna
de aplausos que no bien
toca el desierto se evapora.
II – Señas de identidad
Para el taxista que mira en diagonal el conjunto
desde su parada en Avenida Colón
son bolivianos, pero están
disfrazados de otra cosa; para el cafetero que atraviesa la peatonal
con su carrito de metal lleno de termos
son paraguayos que se hacen los bolivianos, y además
hacen playback; para el cajero del bar Oro Preto
son todos de Fuerte Apache, si bien concede
que la versión de Chiquitita
es lo mejor de un repertorio
marcadamente multicultural, y a él, en particular, le gusta;
para el guardia de seguridad privada de MOVISTAR
son un objeto a desalojar, tarde o temprano, cuando le den la orden;
para las administrativas de la Universidad Nacional del Sur
que se hacen un minuto y toman un café, las plumas del vestuario son
de papagayos amazónicos, y sus colores: ¡hermosos!;
para el productor agropecuario que en su camioneta exhibe
ESTAMOS CON EL CAMPO, como quien dice “estoy conmigo”,
en un ejercicio de solidaridad identitaria
difícil de superar, son bolivianos que se cansaron
de juntar cebolla en Mayor Buratovich y ahora se dedican
al arte musical; para el Presidente de la Nación Nicolás Avellaneda
el problema es el desierto; para el joven abogado Estanislao Zeballos
se trata de quitarles el caballo y la lanza
y obligarlos a cultivar la tierra con el Rémington al pecho, diariamente;
para el Ministro de Guerra Julio Argentino Roca 1 Rémington se carga
15 indios a la carrera, el resto es hacer cuentas,
y embolsar; para el periodista que se arrima
con espíritu etnográfico y pregunta:
¿de dónde son? la respuesta es: vamos
a Monte Hermoso, después a San Antonio,
hacemos la costa, y tenemos
una oferta imperdible: The best of siku, volumen cinco, que contiene
La casa del sol naciente, Imagine, Hotel California, Cuando los ángeles lloran,
y la versión de Chiquitita que acabamos de escuchar,
a sólo quince pesos,
por ser usted.
jueves, 3 de diciembre de 2009
REPITA CONMIGO

Repita conmigo
El indio no es el que mira usted
en el catálogo de turismo,
cargando bultos
o llevándole comida a la mesa.
Tampoco el que ve desde la ventanilla
y pide monedas haciendo malabares,
ni el que habla una lengua muy otra
y resiste fríos nocturnos.
No, el indio está adentro,
y a veces se le sale, acéptelo,
aunque lo entierre en apellidos,
aunque lo socave bien
y niegue su manchita de infancia,
ahí está, acéptelo.
Y si aparece esa agua rancia,
voraz, el aguardiente que inflama,
ya verá que se le sale,
el indio empuja con su fuerza de siglos,
emerge ardoroso y se le sale,
con lo guardado,
con lo que dura doliendo.
No, no es otro,
el indio soy yo,
a ver, repita conmigo.
Alan Mills (Guatemala, 1979)
foto de Giselle Marino
domingo, 29 de noviembre de 2009
TUÑÓN

Lluvia
A Amparo Mom
Entonces comprendimos que la lluvia también era hermosa.
Unas veces cae mansamente y uno piensa en los cementerios abandonados.
Otras veces cae con furia y uno piensa en los maremotos que se han tragado tantas espléndidas islas de extraños nombres.
De cualquier manera la lluvia es saludable y triste.
Sus tambores acunan nuestras noches y la lectura corre a su lado por los canales del sueño.
Tú venías hacia mí y los otros seres pasaban.
No habían despertado todavía al amor, no sabían nada de nosotros.
De nuestro gran secreto.
Ignoraban la intimidad de nuestros abrazos voluptuosos, la ternura de nuestra fatiga.
Acaso los rostros amigos, las fotografías, los paisajes que hemos visto juntos, tantos gestos que hemos entrevisto o sospechado, los ademanes y las palabras de ellos. Todo, todo ha desaparecido y estamos solos bajo la lluvia, solos en nuestro compartido, en nuestro apretado destino, en nuestra posible muerte única, en nuestra posible resurrección.
Te quiero con toda la ternura de la lluvia.
Te quiero con toda la violencia de la lluvia.
Te quiero con todos los tambores de la lluvia.
Te quiero con todos los violines de la lluvia.
Aún tenemos fuerzas para subir la callejuela empinada. Recién estamos descubriendo los puentes y las casas, las ventanas y las luces, los barcos y los horizontes.
Tú estás arriba, suntuosa y bíblica, pero tan humana; increíble, pero tan real; numerosa, pero tan mía.
Yo te veo hasta en la sombra imprecisa del sueño.
Oh, visitante.
Ya es seguro que ningún desvío nos separará.
Iguales luces señaleras nos atraen hacia la compartida vida, hacia el destino único.
Ni en nuestra carne ni en nuestro espíritu nunca pasaremos la línea del otoño.
Porque la intensidad de nuestro amor es tan grande, tan poderosa, que no nos daremos cuenta cuando todo haya muerto, cuando tú y yo seamos dos sombras y todavía estemos pegados, juntos, subiendo siempre la callejuela sin fin de una pasión irremediable.
Oh, visitante.
Estoy lleno de tu vida y de tu muerte.
Estoy tocado de tu destino.
Al extremo de que nada te pertenece sino yo.
Al extremo de que nada me pertenece sino tú.
Sin embargo yo quería hablar de la lluvia, igual, pero distinta, ya al caer sobre los jardines, ya al deslizarse por los muros, ya al reflejar sobre el asfalto las súbitas, las fugitivas luces rojas de los automóviles, ya al inundar los barrios de nuestra solidaridad y de nuestra congoja, los humildes barrios de los trabajadores.
La lluvia es bella y triste y acaso nuestro amor sea bello y triste, y acaso esa tristeza sea una manera sutil de la alegría. Intima, recóndita alegría.
Estoy tocado de tu destino.
Oh, lluvia. Oh, generosa.
Raúl González Tuñón, de Todos bailan, 1935
miércoles, 25 de noviembre de 2009
QUE LLUEVA, QUE LLUEVA

Como la lluvia se ha vuelto un suceso extraordinario en esta ciudad-desierto, semejante a ver un ovni o una aparición, leímos hace un tiempo en el taller una serie de “poemas de lluvia”.
Ayer en la radio también el tema fue la lluvia: que si con eso el nivel del dique tal vez suba un poco y nos salvemos de morir de sed este verano; que ahora se sabe (pero no se dice mucho) que los contratos que firmó ABSA, la proveedora de agua a la ciudad, le dan prioridad al abastecimiento de agua al polo petroquímico, y después si queda, a la ciudad; que los productores agropecuarios saltaban de alegría en el barro, y desde algunos barrios llamaban para decir que se estaba inundando. Traigo entonces a Jello Biafra, la voz crispada de Dead Kennedys, cuando dice: hasta la lluvia es política, y subo dos poemas, uno, brumoso, de Enrique Molina, y otro, bullanguero, de Arnaldo Calveyra.
Y en unos días el poema que me envió Diego, antes de que pase a la fase de “amenazas de muerte”.
La lluvia a solas
Nuevamente la lluvia me interroga en las praderas del sueño.
Hay un vínculo secreto entre ella y yo
- una relación incestuosa, inextinguible -
un destello de infancia blanco como una cicatriz,
ciertos rostros que alguna vez aparecieron con rostros indelebles
o que acaso conocí en otra vida,
y siempre volverá a insistir en los pálidos litorales del hombre
como un sermón de despedidas que lentamente se desvanece.
Extraña mediadora entre las lágrimas y la lejanía,
en cualquier hoja descubre el rocío de sus ojos,
el olor a violetas que la anuncia, a plumas mojadas,
una difunta inmóvil que sonríe a la niebla,
loca por quienes la amaron, por quienes la perdieron.
Nuevamente va a conducirte
hasta las barcas de velas bárbaras en sus remolinos,
hasta el puesto de verduras, hasta la cresta de los tejados,
hasta su catedral transparente
llena de milagros melancólicos donde te aventuras para adorarla.
Ahora crepita en la tierra y reclama lo que hay de extraviado en ti,
de insaciable,
pasa con un vapor de llanto donde vuelan patos muy negros.
Enrique Molina de El ala de la gaviota (1989)
La lluvia de sobre techo y la lluvia de bajo techo cantan cantarán.
¡Ay, la gallina ya se entró cloqueando con las grandes alas de paraguas y este pío pío pasará pasará y el último quedará!
La cocina enloquecida como el arca, y nosotros y toda la lluvia tropezando con el Lobo echado extraordinariamente ante la puerta.
Se redondeaban las gotas en una torta frita, en dos, en fuente de amor de tortas fritas.
Saca tu cuaderno, saca tu pizarra, saca tu libro, saca la mano de aquí.
¡Que llueva, que llueva!
¡Se quemó la batata en el horno!
Arnaldo Calveyra, de Cartas para que la alegría (1959)